El viernes 1 de junio llegó a la Plaza de Mayo la MARCHA FEDERAL POR PAN Y TRABAJO, encabezada por la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), Barrios de Pie y la Corriente Clasista y Combativa (CCC), entre otras organizaciones sociales. Además, se sumaron gremios como gremios como ATE, La Bancaria y Camioneros, y la CTA de los Trabajadores de Hugo Yasky. Desde el arco político participó también el Frente de Izquierda.
El objetivo inicial de la marcha fue exigirle al gobierno la sanción de cinco leyes: emergencia sanitaria, integración urbana, infraestructura social, adicciones y agricultura familiar. Pero, además, pudieron advertirse otros reclamos igualmente claros: Contundente rechazo frente a la vuelta al FMI, a la reforma laboral, al veto presidencial a la ley anti-tarifazo y al despiadado ajuste que está llevando adelante el gobierno de Mauricio Macri, mientras los ministros Dujovne e Ibarra transmitían por cadena nacional y en simultáneo una nueva embestida contra los empleados del Estado.
Durante el acto principal, los referentes sindicales y sociales ofrecieron sus palabras de descontento con la realidad económica, política y social y exhortaron tanto a los dirigentes como a las bases a fomentar la unidad para la lucha, coincidiendo todos en la necesidad de convocar en los próximos días un PARO GENERAL. La pregunta que nos hacemos es: ¿cuánto tiempo más puede la CGT hacer oídos sordos ante el desesperado reclamo de sus bases?